Esta es la historia de Ernesto.
Y la de de Leo.
También es la historia de Iria.
Y nuestra historia.
Bastaron tan solo tres semanas al cuidado de la perrita de su tía, para que Ernesto se diera cuenta de que quería una mascota. Se puso en contacto con una protectora de animales y les pidió que le avisaran si llegaba algún cachorro que necesitara alguien que le cuidara. Así fue como Leo llegó a su vida. Lo habían abandonado, junto a sus hermanos también cachorros, en una caja de zapatos. Ernesto tuvo que alimentarlo pacientemente con biberones y cuidarlo mucho. Leo iba creciendo y creciendo y era un perro estupendo. Ernesto, inocentemente, pensó que todo había sido gracias a él y a sus cuidados.
Pero Leo siguió creciendo y dejó de ser un cachorro para ser un joven macho con mucha fuerza y con un fuerte instinto animal que, a veces, le llevaba a pelearse con otros perros. Eso ya no estaba tan bien… Ernesto se dio cuenta entonces, de que en realidad no entendía tanto de perros como él pensaba y contactó con un “profesional” para pedirle ayuda.
La ayuda llegó enseguida en forma de correas. Correas, dos, plural: una con unos pinchos espeluznantes y otra que, según “el profesional” se estrecharía para dejar a Leo casi sin respiración cuando Ernesto tirara de ella. “El profesional”, además, le dijo a Ernesto que debía enseñarle a Leo quién era “el que mandaba” y que no dudara en gritarle y castigarle. Ernesto, desde su ignorancia-y-buena-fe, confiando en “aquel profesional” puso en marcha el sistema de aprendizaje de “castigo”.
Con el tiempo Ernesto fue viendo progresos en Leo aunque algo, una vocecita en su interior, le decía que aquello no estaba del todo bien. Es cierto que Leo ya no se metía en tantas peleas y “parecía” que le obedecía más. Hasta que un día, en un parque un señor muy amable, al ver el collar de pinchos que llevaba Leo en el cuello, le hizo una pregunta a Ernesto:
“¿En qué te has convertido? ¿No te das cuenta de que tu perro no es feliz…?”
De una forma muy amable le hizo ver a Ernesto que sí, que Leo ahora le obedecía pero no era un perro feliz. Le dijo que se fijara en sus orejas totalmente caídas y en su mirada de tristeza y temerosa. Y a Ernesto no le gustó lo que vio.
Desde el principio, en lo más profundo de su interior, él sabía que tenía que haber otro modo de enseñar a Leo. En realidad, Leo no era muy distinto a un niño al que educar. Y Ernesto decidió utilizar el cariño, el respeto, el refuerzo positivo, las recompensas y el juego para, ya no solo enseñar a Leo, si no EDUCAR a Leo.
Fue entonces cuando Ernesto decidió que su experiencia tenía que compartirla con otras personas que, como él en un principio, estuvieran haciendo las cosas “de forma distinta”. Y así fue cómo surgió Animalwelfare con el objetivo de velar por el bienestar de los animales para que ellos, a su vez, velaran por el bienestar de las personas. ¡Una magnífica cadena de favores!
Y esta es la historia de Ernesto que Iria, profesora del CEIP Parque de Lisboa de Alcorcón, se empeñó con todas sus fuerzas en que sus alumnos de 4º de primaria conocieran. Y no solo se contentó con involucrar a su clase, también arrastró a sus dos compañeros Carolina y Chema para que “se liaran la manta a la cabeza” y participaran en nuestro proyecto CEN con C.
Cuando me reuní con ellos lo tenían decidido: querían colaborar con una Asociación que cuidara de los animales. Animalwelfare fue la elegida. No fue sencillo convencer a Aurora, la Directora del colegio, que vela infatigablemente por la seguridad de sus alumnos pero Iria no desistió en el intento y, finalmente, esta mañana los alumnos de 4º han recibido nuestra visita y la de Ernesto.
Primero les hemos dado una pequeña charla de sensibilización en la biblioteca del centro donde Ernesto les ha explicado qué es un perro de ayuda social y como ellos, desde su Asociación, primero hacen terapia con animales abandonados para que más tarde sean estos mismos animales lo que ayuden terapéuticamente a niños especiales, personas mayores o con problemas o sencillamente enseñen a las personas a disfrutar de su compañía.
Pero todos, incluidas las profesoras y la Directora, ardían en deseos de conocer a Leo y a Winy, la perrita de Animalwlfare.
Iria y Carol se han convertido por un momento en perritos a los que había que educar. Carol ha recibido una educación basada en el grito, la fuerza y la imposición y, la verdad, su rostro solo reflejaba tristeza.
Luego le ha tocada el turno a Iiria que ha sido educada desde la confianza, el juego, el cariño y el refuerzo positivo y…de haber tenido rabito en ese momento, no hubiera parado de moverlo de un lado a otro de lo feliz que se sentía.
Para terminar han salido a escena seis voluntarios elegidos previamente por sorteo. Uno de ellos ha vencido sus miedo hacia los perros y ha decidido que sí, que lo intentaría. Al final ha disfrutado de lo lindo como el resto de sus compañeras.
Desde CEN con C agradecemos a Animalwelfare que contribuya a difundir con su labor el menaje que tanto nos gusta, ése que nos tiene “enganchados”: